En 1984 Manuel Espinosa participó de la exposición El juguete, una muestra colectiva que convocó a reconocidos artistas a realizar juguetes. Para ella, Espinosa creó el Juego de la Matusa, un juego de encastre compuesto por piezas de acrílico amarillas, azules, rojas y verdes. De manera ingeniosa y sensible, utilizó la racionalidad geométrica para crear un dispositivo de construcción visual que propone al espectador una experimentación formal abierta.
La relación entre arte y juego tiene numerosos antecedentes a lo largo de la historia del arte, gran cantidad de artistas han vinculado el juego a las prácticas artísticas para fomentar la creatividad o estimular la imaginación. Desde los juguetes creados por Joaquín Torres García, el esotérico juego inventado por Xul Solar hasta el valor central que adquirió la experiencia participativa en las ambientaciones lúdicas de los años sesenta. ¡Jugar también es cosa seria! propone una aproximación lúdica al arte. Es una muestra conformada por una selección de obras que centran sus indagaciones en torno al juego y la exploración lúdica: desde propuestas participativas que interpelan de manera directa la experiencia del espectador, el juguete como objeto producido por artistas consagrados y un corpus de obras que refieren al imaginario de las infancias.
Hans-Georg Gadamer presenta el juego como una función elemental de la vida humana, hasta el punto de que no se podría pensar la cultura humana sin un componente lúdico. A través del juego aprendemos a compartir, experimentar, crear, resolver problemas y vincularnos con otros. Algunos de los aspectos esenciales del juego señalados por Gadamer son el jugar-con, un movimiento que se repite y una
particular inclusión de la razón, en la que todo se ordena como si tuviese un fin. Sin embargo, el juego resulta ser una racionalidad libre sin fines más allá del juego.[1]
De manera semejante al Juego de la matusa, los acrílicos de Rogelio Polesello proponen una actividad lúdica centrada en la participación y en el jugar-con los visitantes, el espacio circundante y las obras aquí expuestas. Las formas cóncavas y convexas de sus piezas talladas alteran la percepción a partir del movimiento o cambio de ángulo de visión del público, generando un juego óptico de transformación. Polesello nos hace ir y venir, repetir un movimiento que se resuelve en el espacio de juego. Por su parte, Ernesto Ballesteros, utiliza un vaivén constante y reiterado, levemente coreografiado, para crear sus dibujos a partir del juego y la participación de otros. Como si tuviese un fin, Ballesteros ordena el movimiento con el que consruye estas enormes marañas de hilos trazados de color rosa y amarillo, sin otro objetivo más que la libertad de la experimentación creativa. En sus dibujos se destaca el valor de lo lúdico como herramienta de creación y reflexión.
El universo de los juguetes también irrumpió en la producción de Luis F. Benedit, reconocido artista conceptual que se centró́ en la exploración de los vínculos entre arte y ciencia. A través de los dibujos infantiles de Tomás, su hijo de cinco años, Benedit, se aproximó́ al mundo del juguete. En esta serie de trabajos, el artista incluyó el dibujo de su hijo -desde un policía hasta la novia de King Kong- y su propia recreación del dibujo como diseño proyectual a partir de la cual realizó la concreción de estos objetos en tres dimensiones.
Hay juguetes que se configuraron desde un universo propio, otros se construyen desde fantasías compartidas. Muchos juegos y juguetes pertenecen a épocas específicas como marcas generacionales y otros se mantienen vigentes a lo largo del tiempo. En Giménez, un artista que transitó diversos géneros -pintura, escultura, arquitectura, diseño gráfico- atravesados por alegría y la belleza pop, encontramos en su obra un universo de fantasía e imaginario infantil. Nubes, monos, gatos, conejos entre otros, son elementos se reiteran en su obra, así como también los laberintos verdes incluidos en esta exposición. Como los jardines laberínticos de los palacios europeos, Giménez construyó, con geométricos muros verdes, calles y encrucijadas que proponen a sus personajes el juego a perderse y encontrar la salida.
En Pop Folklórico Cynthia Cohen acumula en un pequeño altar diversos objetos: desde un libro de Frida Kahlo junto a otro de Barbie, una muñeca hawaiana con sus brazos abiertos, hasta pequeño caballo de juguete. Todos estos recuerdos apilados entre estrellas y moños brillantes atados con cinta celeste sobre un fondo rosado. En este pequeño altar conviven elementos del consumo cultural, souvenirs y juguetes de la infancia, todo a un mismo nivel configurando el universo de la artista.
Por su parte, Dino Bruzzone, investiga y bucea por el imaginario de otras generaciones e infancias. Su producción más reciente está conformada por pinturas de gran tamaño con colores planos estridentes, atravesados por la trama de puntos del Offset en las que representa imágenes de un cómic de principios del siglo XX. Krazy Kat es una tira creada por George Herriman que se publicó en los diarios estadounidenses a partir de 1913 a 1944 que mezcla en sus imágenes y trama inocencia, surrealismo y cierto romanticismo. La tira está centrada en las aventuras del gato Krazy enamorado del ratón Ignatz y su amor no correspondido.
Por último, Fernando Brizuela también retoma los muñecos de la infancia como Hulk y King Kong para construir un verdadero bestiario. Estos muñecos -que se venden en jugueterías para los niños y personifican la fuerza y la potencia- se transforman en las manos de Brizuela en monstruos, criaturas con filosas dentaduras, ojos enajenados y fuerza incontenible en sus manos. Esta agresiva gestualidad es recubierta con marihuana creando una extraña transfiguración de los personajes entre lo humano, lo animal y vegetal. Con ironía, estos monstruos parecen exponer un prejuicio, un miedo posiblemente construido desde la desinformación y la arbitrariedad. También son parte de su producción, unas acuarelas botánicas que recuerdan el registro de los pintores viajeros del siglo XIX realizados en las expediciones.
El universo del juego, los juguetes y las fantasías son asuntos importantes, no sólo porque se presentan como un posible antídoto a la rigidez de la rutina y la vida cotidiana; sino también por su relevancia transformadora para nuestra experiencia en el mundo.
Ayelén Vázquez
[1] Gadamer Hans-Georg, La actualidad de lo bello. El arte como juego, símbolo y fiesta. Barcelona.Paidós, 2002.