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Norberto Gomez: 1967 – 2016

“¿Cuál es mi obra, es esta o aquella? Son todas… y ninguna”

Norberto Gómez 1967-2016, exposición curada por curaduría Florencia Cherñajovsky, explora distintas facetas del trabajo de un artista intrínsecamente versátil. Fi­gura troncal de la historia del arte argentino, Gómez se deslizó entre diversos movimientos y lenguajes en el transcurso de medio siglo, encontrando así pequeños intersticios de plena y soberana libertad de expresión. “Yo no soy escultor. Yo soy armador y también soy dibujante y también soy tallador, o sea que toco varias cuerdas,” afirma. Como un guitarrista irreverente que pasa del flamenco al tango, Norberto Gómez cambia de tono de una seria a otra y confiesa: “Ahora no podría hacer nada igual que lo que ya hice.”

Sus primeras obras de 1967 reflejan tanto el rigor del minimalismo, a través de la combinación de estructuras primarias realizadas con un acabado industrial, como la percepción sensorial del espacio vinculada al arte óptico y cinético. A partir de esta serie, Gómez comienza a esculpir incorporando el vacío, jugando con distin­tos desplazamientos afín de delimitar o fundir las polaridades entre contenedor-contenido, exterior-interior, duro-blando. En sus obras posteriores, vinculadas al movimiento pop, los ángulos rectos se funden y se arru­gan para dar lugar a más expresividad. Mediante el traslado del estado sólido al estado líquido, se ablanda la geometría, las formas se derriten y aparece una nueva materialidad.

En contraste con la frialdad del minimalismo de la década anterior, hacia 1977 Gómez comienza a explorar las posibilidades y los límites del poliéster. “La llegada de ese material a mi vida fue como una revolución. Yo estaba pensando en las estructuras, en la geometría, en la disolución, en la transformación, en la caída de la superficie dejando ver su esqueleto, mostrando su interior… Después me di cuenta de que esos previos e ingenuos palitos que eran esqueletos se volvieron esqueletos en serio, con carne y con todo.” En forma de vísceras y de articulaciones orgánicas, Parrilla del año 1978 y Alambres de 1984, son piezas completamente atravesadas por las atrocidades ocurridas durante la dictadura militar. Cuerpos fragmentados, amputados, tajados, seccionados, disecados, incinerados y desmembrados componen un léxico siniestro signado por el contexto argentino.

La política es también el eje de una producción comenzada en 1984 que aborda temáticas en torno al poder y a la opresión. Entre ellas se encuentran las figuras en bronce de la década del 90. Se trata de figuras híbridas que fusionan fragmentos humanos, animales y arquitectónicos con un tono paródico plagado de humor. Este período está caracterizado por un descreimiento frente a las soluciones que la política encontró al afrontar las verdades que permanecieron encubiertas durante la dictadura. Gómez retoma la figura humana, ya no descompuesta pero sí corrompida, y la materializa en bronce. Este material histórico y noble contrasta con los personajes grotescos mutilados, montados en arquitecturas inútiles y con símbolos desprovistos de sentido.

Partiendo de una búsqueda abstracta y formal iniciada por Norberto Gómez en los años sesenta, pasando por la transgresión figurativa de los años posteriores, y el retorno a una geometría sensible en los últimos años, podríamos destacar su capacidad de transformar la materia en un espacio dado. El recorte, la per­mutación, la combustión, la retorsión, el derrame y la licuefacción son algunos de sus modos operatorios. El respeto o el maltrato del ángulo recto dibuja un contorno precario dentro del cual el artista elije vacilar. Las obras inéditas sobre papel, aquí reunidas, revelan una destreza vinculada al oficio de letrista, que Norberto Gómez ejerce durante más de veinte años, y que le permite desarrollar una sensibilidad aguda del volumen, de las distancias y de las escalas. Es así como Gómez comienza a moldear, esculpir, y dar relieve a un lenguaje sin precedente.

César Paternosto – Contrastes y fugas

Contrastes y fugas, exposición individual del consagrado artista argentino César Paternosto, reúne sus trabajos realizados en Segovia en los últimos años, cuyo único soporte es el papel.

El conjunto de obras pone de manifiesto la continua necesidad de Paternosto de evolucionar hacia nuevas soluciones plásticas, sin perder el singular y reductivista sentido de la estructura y atendiendo a la dimensión sensual de lo pictórico, que tanto lo caracteriza. 

Esta exposición se acerca, como pocas, a la expresión visual de lo poético a través de un conjunto de construcciones y deconstrucciones geométricas realizadas en témpera sobre papel plegado, que de forma silenciosa dan cuenta de la cuidadosa manipulación del material y la maestría en el uso austero del color, de larga tradición en las obras del artista. Son refinadísimas composiciones de gran simpleza, pero que guardan una coherencia inusual. 

El conjunto exhibido se completa con pequeños y coloridos trabajos en papel, que datan de la década de los años sesenta. 

Las obras nos recuerdan también las composiciones musicales atonales, una disciplina muy afín a la producción artística de Paternosto, en las que los silencios entre unas notas y otras irrumpen en distintos tiempos en las frases de las partituras. De este modo, continúan cuestionando el hábito de la frontalidad en la lectura tradicional en favor de un modo de observación integral, es decir la manera ancestral de experimentar la pintura, ya que, desde el punto de vista tradicional, los elementos constitutivos de la imagen de la misma están, en un sentido, escondidos, en fuga.

Estamos, ante todo, frente a una obra sofisticada que nos cuenta una historia enraizada en la historia misma de nuestro continente, ya que desde temprana edad, Paternosto se unió a una corriente de investigación estética que desde la geometría de Joaquín Torres-García unificó los conceptos de arte de Vanguardia y tradición Indoamericana uniendo, por tanto, modernidad y raíces, así como futuro e identidad. Este ha sido uno de los temas centrales en su obra.

Que la abstracción como significado haya sido el eje de su obra, implica, como el mismo Paternosto lo ha dicho y escrito, una gran obstinación de su parte. La búsqueda profunda del autor para llegar al meollo de sus expectativas lo ha llevado a despojarse de todo lo que no tenía una correlación estrecha con su búsqueda intensa de sentido. En sus obras se percibe una ligera sensación de austeridad que predispone a cuestionar nuestra percepción del hecho artístico, poniendo de manifiesto a su vez, la sofisticación y vocación genuina del artista. 

Eduardo Costa – Desmaterialización / Aplausos a la materia

Desmaterialización / aplausos a la materia , exposición individual de Eduardo Costa bajo la curaduría de Diego Bianchi, reúne una serie de pinturas volumétricas que muestran la vigencia y creatividad inagotable de uno los artistas más talentosos y representativos del arte conceptual en Argentina. Costa (1940, Buenos Aires) vivió veinticinco años en los Estados Unidos y cuatro en Brasil. Comenzó su carrera en Buenos Aires como parte de la generación del Insituto Torcuato Di Tella y continuó trabajando en Nueva York, donde realizó una fuerte  contribución a la vanguardia local. Ha colaborado con artistas americanos como Vito Acconci, Scott Burton, John Perreault y Hannah Weiner, entre otros. En Brasil, participó en proyectos organizados por Hélio Oiticica, Lygia Pape, Antonio Manuel, Lygia Clark y otros de la escuela de Río de Janeiro.

Su presencia se impone en la poderosa producción conceptual que realiza hasta el presente. Un nuevo arte surgió a partir de las posibilidades que ofrece el empaste pictórico. La pintura en estado sólido se aviene en sus manos a adoptar formas un inusitado relieve. Parodiando las naturalezas muertas y las figuras geométricas.

Las pinturas volumétricas surgieron al explorar los límites de la materia con un afán experimental. “Hace ya 20 años quería rescatar la pintura del aburrimiento estructural en que se encontraba y pensé en Lucio Fontana y los Madí que renovaron el mundo pictórico a fuerza de profundidad y de sentido”. Costa le pegó entonces una vuelta de tuerca a la pintura, descubrió que podía dejar de ser la representación de un florero y adquirir el volumen real de las cosas.

Su trabajo se ha discutido en el arte en América, Art Forum y en los principales libros de arte conceptual: Alberro A., MIT, 1999; P. Osborne, Phaedon, 2002; Mari Carmen Ramírez y Héctor Olea, Museo de arte de Yale/Houston, 2004; Inés. Katzenstein, MoMA, Nueva York, 2004, Luis Pérez-Oramas y otros, Museo de arte de San Antonio, 2004; Luis Camnitzer, Universidad de Texas, 2007, entre otros. Su obra ha sido expuesta en el New Museum, Nueva York; Victoria and Albert Museum, Londres; Museo Reina Sofía, Madrid; Museo de arte de Queens, Queens, Nueva York; Lista Art Center, Boston; Museo de arte de Miami, centro de arte Walker, Minnesota, MOMA, Buenos Aires; Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, entre otros. Participa de un proyecto que consiste en fabricar bicicletas de Duchamp/Costa 30 inspirados en un modelo de 1980, para una exposición sobre el trabajo de Duchamp comisariada por Jessica Morgan (Tate Modern) para la Fundación Jumex en la ciudad de México.

Edgardo Giménez – Holidays

Holidays, exposición individual de Edgardo Giménez, reúne una serie de esculturas, pinturas, y serigrafías que muestran la vigencia y creatividad inagotable de uno los artistas más talentosos y originales de la escena artística argentina.

La imágen de la mona Chita “civilizada”, como el artista designa a la legendaria compañera de Tarzán, es un tema recurrente en sus últimos trabajos, y está muy presente en esta muestra. Ya sea en esculturas de madera laqueada, de 2,5 metros de alto, en color verde, bermellón, y blanco, así como en las pinturas de acrilico sobre tela. En cambio, en la decena de serigrafías de un metro de diámetro que se exhiben, alternan hipopótamos, saltamontes, monos, pirámides y rayos. 

A la hora de definir la exposición, Edgardo Giménez señala: “es fiel a mi propósito de siempre, que es hacer un arte antidepresivo. Son obras que no permiten estar de mal humor”.

Y agrega: “Me parece que en estos momentos en que estamos invadidos por malas noticias, mi arte no tiene que hacen juego con la realidad; debe contrastar con esa pesadumbre y rescatar la alegria de la vida. No nos olvidemos que estamos de paso aqui y que ese tránsito no debería ser una pesadilla, sino una maravilla”.

Edgardo Giménez nació en Santa Fe y a los trece años comienza a trabajar en una agencia de publicidad. Autodidacta con una vocación y un talento fuera de lo común, en los años ‘60 se vincula al Instituto Di Tella y no tarda en convertirse en el artista dilecto de Jorge Romero Brest.

Creador multifacético; es artista gráfico, escultor, dibujante y pintor. Realizó escenografías para cine y teatro y diseñó varias casas, entre ella su refugio y taller en Punta Indio y la residencia de Romero Brest en City Bell. Los planos de esta última integraron la muestra de arquitectura contemporánea del MOMA, en Nueva York. Fue director de arte del Teatro San Martín y su diseñó para esa institución una  colección de afiches legendaria.

Su obra fue expuesta reiteradamente en Buenos Aires, Santa Fe, Rosario y Córdoba. Asimismo, realizó muestras en Punta del Este, Santiago de Chile, Bogotá, Caracas, México D.F., San Pablo, Washington, Múnich, Varsovia, Leipzig, Nueva York, Nueva Orleans, Toronto, Cleveland y París. Recibió entre otros reconocimientos, el Premio de Honor, Primera Bienal Internacional de Artes Aplicadas (Punta del Este, 1965); Premio de Honor, Biennale del Afiche, Museo Nacional de Varsovia (1996); Premio Cóndor de Plata de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina a la mejor escenografía por Los neuróticos (1973) y Premio Leonardo a la Trayectoria, MNBA (1997)

Jorge de la Vega – Obras 1961 – 1968

Jorge de la Vega. Obras 1961-1968, muestra individual de Jorge De La Vega, curada por Mercedes Casanegra,

 “Quiero que mis obras choquen con el espectador con la misma intensidad con que chocan todas sus partes entre sí, por pequeñas que sean. Una ficha de nácar sobre una mancha. El número junto a una piedra. Una bestia de oropel. Una quimera de humo. Seres midiéndose con el vacío y un espejo para que se miren”.

Jorge de la Vega es uno de los artistas argentinos más singulares de la segunda mitad del siglo XX. Era estudiante de arquitectura cuando comenzó a pintar a mediados de los años cuarenta. Su Bestiario o Los Monstruos, 1963-1966, y el período Pop-Psicodelia/Blanco y negro, 1966-1971, momentos centrales de su pro­ducción -a los cuales corresponden las obras que se exhiben en esta exposición-, no por casualidad, hicieron eclosión en la década del sesenta, los famosos roaring sixties. Entre los dos períodos medió su viaje a Estados Unidos, a la Universidad de Cornell, Ithaca, y a Nueva York. Al respecto, más tarde declaró: “Los cambios me movilizan. En Nueva York cambié la temática: adiós a las figuras mitológicas y búsqueda del hombre. Nortea­mérica es un mundo tan poderoso y que por contraste el hombre adquiere relieve. Abandoné el collage y me dediqué a pintar la felicidad de los americanos.” Estas palabras expresan su vivencia del pasaje entre los dos períodos de su producción que le otorgaron la fama e importancia de la que goza hoy como artista argentino y latinoamericano. Durante la etapa Pop, además, compuso canciones y se dedicó a cantarlas en público en lugares nocturnos de Buenos Aires. Todavía resuenan sus letras, de ingenio y captación psicológica notable. Sus canciones suelen ser interpretadas todavía por Marikena Monti, compañera suya en tantos shows.

De la Vega formó parte del grupo Nueva Figuración, junto a Ernesto Deira, Rómulo Macció y Luis Felipe Noé, entre 1961-1965. Se trató de una agrupación de cuatro artistas de notable talento y potente individualidad en la cual cada uno desarrolló su propio discurso estético y juntos constituyen un capítulo fundamental de la historia del arte argentino.

Jorge de la Vega, de un modo u otro, siempre vuelve, y los historiadores, curadores, directores de museos y coleccionistas, lo revisitan de manera constante. Desde la exposición homenaje que le dedicó el Museo de Bellas Artes en 1976; su presencia en Recordando al Di Tella, exposición en la Fundación San Telmo, 1985; durante el mismo año su obra participó en la Bienal de San Pablo, junto al Grupo; su Rompecabezas en la exposición de la Colección Costantini en el Museo de Bellas Artes, 1996, antes de que el coleccionista creara su propio Museo. El Malba, le dedicó una exposición en 2003 con mi curaduría, de manera simultánea a la publicación de un libro dedicado a su obra completa por Editorial El Ateneo, que incluye un ensayo en capí­tulos y cronología biográfica de Marcelo Pacheco, dos de Francis Korn y Silvia Sigal y otro de Sergio A. Pujol, con prólogo y coda míos.

De manera paralela, el coleccionismo de Buenos Aires lo tuvo y todavía lo sostiene como un ‘niño mimado’. Fueron muchos los galeristas y coleccionistas que lo apreciaron desde el primer momento. Alfredo Bonino, entre ellos, las galerías Arte Nuevo, Vermeer, Ruth Benzacar, entre otras. Y, otras en el exterior. Su obra participó en muchas exposiciones internacionales.

La producción del artista está compuesta por un conjunto relativamente acotado de obras de pintura al óleo y collage o bricolage, de pintura acrílica, técnica que conoció en Estados Unidos, tinta, grabado, aguatinta y aguafuerte y efasage. Y, un corpus paralelo lo forman sus letras de canciones y su interpretación musical de las canciones conservadas en el disco El gusanito.

Si bien, durante los últimos quince años, la obra de de la Vega participó de numerosas exposiciones colecti­vas en el país y en el exterior, entre las que se cuenta la del grupo Nueva Figuración en el Museo Nacional de Bellas Artes, 2010, y también, el coleccionismo, las instituciones culturales del país y del exterior, los expertos en arte, los galeristas, el mercado y los estudiantes de arte, han mantenido encendido el interés en el enorme artista que fue Jorge de la Vega, su obra no se volvió a mostrar hasta hoy de manera individual. Jorge de la Vega-Obras 1961-1971 en Malba-Museo de arte latinoamericano, inaugurada el 13 de noviembre de 2003, catorce años atrás, es el antecedente más cercano a la actual exhibición de un conjunto de obra suya en galería MCMC.

Miguel Harte – Mi amigo especial

Mi amigo especial, es la exhibición antológica de Miguel Harte. El texto que acompañó la muestra estuvo a cargo de Alejo Ponce de León.

“Si Suárez elegía en todos los casos reclinarse sobre el otro y Pombo recuerda con pasión a sus amigos del G.A.G, Harte trabaja para salir de sí mismo a otro ritmo; el peso del vacío en algunas de sus obras habla tanto de un ánimo preventivo contra la acción intrusiva violenta como de la lucha interna entre guardarse y las ganas de estar afuera.

En sentido ascendente, su genealogía podría incluir al vértigo de atracción hacia las dimensiones interiores que formalizó Lucio Fontana; al espíritu de inocente ingeniería exploradora de Kosice; al colapso de los cuerpos como estructuras formales de Yves Tanguy; a las esculturas proto­zooicas de Otto Piene; a la conflación de géneros de Lynda Benglis; las extracciones carnosas de Alina Szapocznikow. En sentido descendente el asunto se hace más complejo. Aunque se entienda que la imagen pura a la que Harte aspira llegar es una imagen redimida de lo social, podría pensarse que quizás empieza en lo social y quiere darle la vuelta, regresar a ello en un recorrido circular.

Su descendencia pasaría por transmitir una manera de hacer que puede aprenderse con las manos y a la que no sirve leerla, ni escucharla. Una lección que tiene más que ver con lo ajus­tado de un guante que con estatutos y legislaciones sobre cómo vivir y cómo ser artista.

Aunque se hable de cuerpos y biologías, lo más orgánico que tienen las obras de Harte es el proceso que las trae al mundo: largo, gradual, intoxicante. Lo que le falta de rigor a la hora de imaginar la mecanicidad de un cuerpo y el detalle de su funcionamiento interior, lo compensa con su entrega a este largo proceso de conformación, que es biológico porque es colectivo.¨

A.P.L

Martina Quesada – Memorias de la forma

Memorias de la forma es la muestra individual de Martina Quesada. El texto que acompañó a muestra estuvo a cargo de Rodrigo Alonso.

Martina Quesada aborda la abstracción geométrica desde una perspectiva singular, aunque lo hace en un diálogo permanente con una tradición a la que admira y reconoce. Uno de los diálogos más evidentes se verifica en su opción de los marcos recortados introducidos por el arte concreto rioplatense, aunque la artista los adopta en un sentido que no oculta cierto matiz lúdico. Su frecuente utilización de las curvas pervierte al formalismo más ortodoxo, al tiempo que incorpora acordes narrativos y sensorialidad.

La potenciación de los bordes no desestima lo que sucede al interior de las piezas. Por el contrario, la elección de los colores, su modulación y, sobre todo, la técnica mediante la cual son aplicados, constituyen capítulos esenciales del modus creativo de Quesada. Para esto último, la artista ha desarrollado una manera de aplicar el pigmento sobre el papel que le asegura una pureza imposible de logar por otros métodos. Por otra parte, hay una búsqueda de una luminosidad singular, seductora y atractiva, que ablanda cualquier resabio de rigidez proveniente del andamiaje geométrico. Su programa estético aspira a la sensibilización formal y a potenciar la emoción de la experiencia estética más genuina.

Rodrigo Alonso

Muestra Colectiva

MCMC galería inaugura su nuevo espacio expositivo con una muestra colectiva que reúne las obras de distintos artistas argentinos que MCMC representa: Edgardo Giménez, Eduardo Costa, César Paternosto, Rogelio Polesello, Martina Quesada, Manuel Esnoz y Carlos Silva.

Se tarta de un conjunto de obras vinculados a la abstracción geométrica, el minimalismo y el pop, de los años 60’s hasta la actualidad.

César Paternosto (1931) nació en La Plata, Argentina. Artista referente de la abstracción geométrica en Argentina. En 1969 Paternosto inició una serie de obras donde a simple vista el frente de la obra, blanca y uniforme, no revelaba una imagen. El artista geométrico comenzó a pintar en los anchos bordes del bastidor. Los planos de color de Paternosto aparecen y desaparecen a medida que el viajero o espectador camina.

Rogelio Polesello (1939-2014) nació en Buenos Aires, Argentina. Pintor y escultor, presentó su primera exposición individual en 1959 en la galería Peuser donde era manifiesta su admiración por Víctor Vasarely. Poco después su geometría obtuvo referencias de la Nueva Abstracción con recursos de los artistas ópticos, como el desfase de formas geométricas, con los que producía un fuerte efecto de inestabilidad. Trabajó con pintura, grabado y objetos acrílicos capaces de generar efectos ópticos que descomponen la imagen. 

Eduardo Costa (1940, Buenos Aires) es un artista argentino que vivió veinticinco años en los Estados Unidos y cuatro en Brasil. Comenzó su carrera en Buenos Aires como parte de la generación del Instituto Torcuato Di Tella y continuó trabajando en Nueva York, donde realizó una contribución fuerte a la vanguardia local. Ha colaborado con artistas americanos como Vito Acconci, Scott Burton, John Perreault y Hannah Weiner, entre otros. En Brasil, participó en proyectos organizados por Hélio Oiticica, Lygia Pape, Antonio Manuel, Lygia Clark y otros de la escuela de Río de Janeiro.

Edgardo Giménez (1942) nació en Santa Fe, Argentina. Artista autodidacta, comenzó trabajando en gráfica publicitaria. Uno de los mayores representantes del arte PoP en Argentina. Formo parte del mítico Instituto di Tella durante los años 60s y 70s. Sus obras celebran el color y la alegría.

Martina Quesada (1987) artista geométrica abstracta contemporánea. Analiza la forma geometrica a partir del color, e introduce al marco como parte de la obra. Juega con figuras recortadas, la sutileza y los valores del color.

Manuel Esnoz (1974), artista argentino radicado en Nueva York. Sus pinturas figurativas representan paisajes, desnudos y retratos; temas que se dejan ver a través de los multiples puntos y pequeñas pinceladas de color, que se someten entre si para crear una figura difusa pero figura al fin.

Mayo – Junio 2017.

Pop & Post-pop – Muestra colectiva

“Pop & post pop”, es la muestra colectiva, bajo la curaduría de María José Herrera,  que reúne los trabajos de Delia Cancelas, Juan Stoppani, Marta Minujín, Eduardo Costa y Edgardo Giménez.

 Fenómeno expansivo e internacional, el Pop fue un movimiento nómade y mi­grante que puso a la vida moderna y sus protagonistas, los jóvenes, en una vidriera hacia el mundo.

En la Argentina, muchos de los que fueron llamados artistas Pop expusieron en el Instituto Di Tella o participaron de su ambiente de abierto internacio­nalismo y trabajo interdisciplinario. Rompiendo los cánones de la tradición. Música, teatro, artes visuales y la experimentación como consigna, dieron por resultado una generación que lució su imaginación en el país y extendió sus frutos maduros a las capitales de la cultura de entonces: Nueva York, Lon­dres y París.

El arte Pop tomó su imagen del glamour de las estrellas de Hollywood y lo tradujo a las de la escena nacional. La moda y sus modelos, las luces y las estrategias de la publicidad, las revistas y la historieta, sembraron un arte nuevo que alejado de dioses e ideales heroicos, como lo definió Jorge Rome­ro Brest. Los artistas se apropiaron del dinamismo y desenfadado de la cul­tura popular urbana y sus producciones. Provocadores e irreverentes vieron en los medios de comunicación de masas una vitalidad para integrar al arte. Moda, arte y diseño se fusionaron para rendir tributo a una cultura de la juventud donde efímero fue sinónimo de intenso.

Pop lunfardo, como lo llamó Pierre Restany, el Pop argentino se expresó con un lenguaje propio, local, que lo identifica por su originalidad.

¿Por qué hablamos de Post-Pop? Porque al igual que ocurrió en el siglo die­cinueve con la mirada que instaló el Impresionismo, luego del Pop nada fue igual. Así lo evidencian los artistas reunidos en esta exposición, pioneros cada uno de ellos en esa fragua de elementos que llamamos arte Pop. Sus obras actuales testimonian la vigencia de aquellas ideas (nuevas, rebeldes, burlonas, trasgresoras, sexies) por las que pusieron el cuerpo en una actitud que hoy entendemos como claramente política, donde libertad y subjetivi­dad no eran instancias a negociar.

Miguel Ángel Vidal & Eduardo Mac Entyre – Arte Generativo

La galería MCMC reúne a dos destacadas figuras de la Abstracción Geométrica, Eduardo Mac Entyre y Miguel Ángel Vidal, en la muestra titulada Arte Generativo.

En septiembre de 1960, con la denominación de Arte Generativo, Mac Entyre y Vidal exponían sus obras en el Salón Peuser, que supo ser sede de destacadas exposiciones. Según se afirma en los textos del catálogo de la muestra, su denominación fue sugerida por Ignacio Pirovano quien encontraba coincidencias entre las pinturas de los artistas y la obra de Georges Vantongerloo, artista y teórico de origen belga.

El Arte Generativo, en oposición al Arte Representativo, decide engendrar formas nuevas y reflejar su proceso generativo y los fenómenos que las provocan. La intención de los artistas, que reconocían su descendencia directa del Arte Concreto , era la de dinamizar la pintura geométrica que hasta entonces había sido estática y darle movimiento a través de la línea, con entrecruzamientos, superposiciones y tramados, provocando de esta manera vibraciones y diversos efectos ópticos con un lirismo explícito, acentuado por el uso de una gama cromática refinada.

En 1972 los dos integrantes del Arte Generativo, junto con Ary Brizzi y Carlos Silva, expusieron en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, con el título Proyección y Dinámica. La muestra se exhibió luego en el Museo de Arte Moderno de la Ville de Paris, con el agregado de obras de Manuel Espinosa y Miguel Ocampo.

El movimiento se difundió especialmente por Europa y Latinoamérica, donde tuvo una gran asimilación por parte de los artistas, la crítica y el público, debido a los cambios que en la época se venían gestando en la concepción de las Artes Visuales.

MCMC reúne en esta muestra pinturas generativas y esculturas lumínicas de los años sesenta y setenta, que despliegan los diferentes parámetros de movimiento adoptados por los artistas. Mientras la obra de Miguel Ángel Vidal se limita al uso exclusivo de la línea recta repetida de modo sistemático; la de Mac Entyre surge de circunferencias lineales trazadas a partir de puntos generadores, dando forma a amplias curvas que se superponen, encontrándose unas con otras.

El conjunto presenta un amplio recorrido a través de obras que conforman un patrimonio rico y que indiscutiblemente dan cuenta de la complicidad de ambos artistas y el objetivo que los unía: el de “generar” movimiento.